Habitación de Vincent.

-No alterno nada.-repliqué.- Tú no quieres ser amable porque no es tu naturaleza, yo soy todo lo contrario quiero ser amable porque esa es mi manera de ser.- expliqué apartandome un poco.

Y me lo decía él, que tan pronto era un antipático como era encantador.
-Vincent tú eres igual. Es tan sencillo como que si tú eres amable yo soy amable, y si tú eres un antipático yo soy una antipática. Te hablaré del mismo modo que me hables y con tanto respeto como tú uses conmigo.- respondí sin mirarle.

Suspiré, no queria seguir con eso. Le observé mientras aplicaba la resina.
-Sera mejor que me vaya.- comenté poniendome en pie.

Sonreí aunque me salió un poco forzada.
-¿Vas a...tocar?.-pregunté sin poder apartar la mirada de sus ojos.

Bajé la mirada.
-Vincent...me gustaría quedarme mas rato.-admití.- pero no quiero molestarte y mucho menos volver a discutir.-

Agaché la cabeza y jugueteé con el único anillo que llevaba.
-Vincent, ¿puedo...escucharte tocar?.-pedí. No entendia por qué me daba tanta vergüenza pedirle eso, quizás se debia al hecho de que cuando tocaba era algo íntimo entre él y su cello y eso me hacia sentir que sobraba.
Aguardé en silencio su respuesta.

Me volví a colocar el anillo en el dedo y me senté enfrente de él.

Sonreí al verlo acariciar así el cello.
-Al igual que la otra vez te dejo elegir.-respondí sin poder borrar la sonrisa.

Le prestaba toda mi atención, observaba cada movimiento por pequeño que fuese. Habia dejado de respirar y tampoco me movia, no queria desconcentrarle.

Me encantaba, podría pasarme horas y horas escuchandole tocar. Echaba de menos un piano para poder tocar, me habría encantado acompañarle.

-Me encanta escucharte tocar.- sonreí.- Envidio la...pasión con la que tocas, creo que nunca he escuchado a nadie tocar con tanto sentimiento como tú.-

Me volví hacia Lunne.
-Buenas noches Lunne.-saludé.-Por favor no te disculpes.- pedí.