Tras una conversación agitada

Me carcajeé.
-Eso es muy propio de mí, las viejas costumbres no se olvidan. ¿Cómo era Elisa?-por algún motivo ese nombre me importaba más que el de Luccia.

-Quiero verla- la urgí como si mi vida dependiera de ver la imagen.

Gemí muerto de desesperación y angustia.
-Vania, por favor.-supliqué.

-Vania.-insistí con desesperación. Parecia que estaba agonizando, y en cierto modo así era.

Obedecí y me senté a su lado con rapidez.
-Necesito ver lo último que veas en mi mente sobre ella.-no esperaba un no por respuesta.

Mi expresión resultaria cómica para cualquiera que no supiera qué habia ocurrido. Mis ojos estaban abiertos de par en par, a punto de salirse de sus orbitas, miraba algo sin verlo y mi rostro estaba lívido. No sabia qué decir ni qué hacer, mi mente se habia desconectado de mi cuerpo.

Oia a alguien a lo lejos, era Vania. Intenté responderle pero no fuí capaz de articular palabra, ni siquiera fuí capaz de buscarla con la mirada para ver dónde se encontraba.

Me dí cuenta de que ya no estaba en el bosque, ¿habría muerto por fín? Y pensar que de ser así lo único que habia sido necesario era que me dijesen que alguna vez fuí padre. En ese momento noté que algo o alguien me tocaba, miré a Vania a pesar de que no la veia. No quiero morirme, pensé. Un nombre y un rostro mucho más cercano vinieron a mi mente, contemplé esos ojos oscuros con ese extraño brillo rojizo enigmático y traté de sobreponerme.
Cerré la boca y entrecerré los ojos tratando de enfocar.
-...- abrí la boca y volví a cerrarla, no sabia qué decir.

No entendia nada, cómo podia ser padre sin llegar a ser padre. Quisé expresar esa duda en voz alta, pero nuevamente solo hubo silencio.

Quién me mandaría preguntar me regañé interiormente. Quería abofetearme por idiota, pero las palabras de Vania captarón mi atención otra vez.
-¿Cómo has dicho?-logré murmurar horrorizado.

Mi cabeza estaba por encima de la de Vania y la única lágrima que derramé en mi no-vida cayó en su mejilla.
-No puede ser.-susurré.

Borré el rastro de esa maldita lágrima en cuanto me di cuenta de que se habia derramado. Palmeé el hombro de Vania. Me aclaré la garganta y pusé mi perfecta media sonrisa.
-Estoy bien.-pronuncié la mentira con total perfeccción, tanto que hasta a mí me sonó creible.

Mi sonrisa se hizo mucho más amplia.
-En serio, estoy muy bien.-muy creible. Me aferré a esa mentira con todas mis fuerzas.