La cosa no acabó ahí.

Entramos en el salón y me dejé caer en uno de los sofás. Deseaba poder borrar de mi mente los últimos informes sobre mi vida. Cerré los ojos y masageé mis sienes.

Abrí los ojos y me puse en pie al oir que llamaban.
-Voy yo-murmuré con cansancio.

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Regresé al salón.
-Ya esta.-siseé en cuanto entré.-¿Contenta, Vania?

-Claro, mira, qué te parece esto-comencé con sarcasmo.- Elisa, lo lamento pero de haber llegado un poco antes quizá habriamos tenido posibilidades de retomar lo nuestro, pero mira por donde Vincent se te adelantó.
-Si, quizá con esto podamos quedar como amigos, ¿tú qué crees?- pregunté sarcástico.

Tomé una copa y me senté en frente suyo.
-Al menos soy afortunado en el juego...-murmuré recordando el refrán.

-No, no quiero hacerle daño. Pero se podria decir que la acabo de conocer, no puedo hacer como que sí la conozco y olvidar a Vincent solo porque en mi otra vida estubiese con ella. El amor se acaba, Vania, o se olvida.-repliqué.-Al menos dame tiempo para que la recuerde un poco, no sé nada de ella.

Alcé una ceja.
-Es mi caracter no voy a cambiarlo solo porque se pueda sentir ofendida.-contesté con un tono de voz que no dejaba lugar a réplicas.

-Hay ciertas cosas en las que me resulta imposible mentir y una de ellas esto.-contesté.-No es tan facil decir te quiero.-añadí saliendo de allí.

Pase por su lado con rapidez.
-Quizás en otro momento.-respondí sin mirarla. Abrí la puerta y salí. Mi adorada soledad, en qué maldito momento habia decidido cambiarla por compañía.