La playa no estaba muy lejos, por lo que no tarde mucho en llegar. El mar estaba muy picado pero no me importo. Eso no suponía ningún peligro para los vampiros. Comencé a pasear por la solitaria playa. Me encantaba el mar, procuraba viajar próxima a la costa para poder disfrutar de él por las noches. Obviamente eso no siempre era posible. Me alegre de verdad de haber decidido quedarme con Vania un tiempo.
Había recorrido ya casi toda la playa cuando decidí tumbarme un rato. Me recosté en la arena mirando al hermoso cielo estrellado, pero finalmente cerré los ojos y comencé a cantar de nuevo la nana.
“La noche fue larga, ya va amanecer
No llores mi alma, ya vas a entender
Que si hoy no salgo no habrá que comer,
No llores mi alma que voy a volver..."
Recordaba pocas cosas sobre mi vida humana, muchos de esos recuerdos tenían que ver con palizas y discusiones, pero había otros. Recordaba algunas noches, las mujeres de Marseille solían salir a tomar el fresco en verano, mi madre y yo entre ellas, recuerdo que sacaban guitarras y empezaban a cantar canciones típicas. También recuerdo que era muy tímida y que nunca me atrevía a cantar, pero la insistencia de mis vecinas y de mi madre hacia que acabase cediendo. Todos coincidían en que cantaba muy bien y en que quizá debía aprovechar mi voz para salir de esa vida y quizá si mi padre no hubiese sido tan posesivo y machista hubiese podido hacerlo. En fin, nunca llegue a saber si habría llegado lejos mi vida cambió demasiado rápido y todos mis sueños se vieron truncados por culpa de mi padre. No me arrepentía de haberle matado, él había matado a mi madre era lo justo y después de la mala vida y los disgustos que le había dado a mi madre la muerte rápida que tubo me parecía demasiado injusta. Merecía haber muerto torturado. Pensar en eso hacia que me hirviese la sangre. Así que decidí dirigir mis pensamientos hacia otro lado.