Qué vergüenza.

No me podía creer que me hubiese quedado tirado en el suelo de mi cuarto de esa manera tan... patética. Solo de pensarlo me daba vergüenza. Me senté sobre una roca cercana a la laguna, inclinado hacia delante y con la mirada perdida.

Bufé ante su gracia.
-No sé por qué estará sola una señorita, desde luego dudo de que por aquí haya alguna mujer a la que pueda llamarse así... Estoy solo porque no hay nadie en la mansión con quien me apetezca desperdiciar mi tiempo.-contesté mirándole de reojo.

-Tú ya no estas en la manión, te fuiste.

Me quedé mirándolo fijamente, no me había pasado desapercibido el nuevo matiz de su voz. No hice ningún comentario al respecto.
-Conde.

-Ea, ea, venga, ya pasó.-bromee dándole unas palmaditas de consuelo en el hombro.

-¿Es ése todo el consuelo que me ofreces?Me esperaba tu hombro desnudo para llorar sobre él, pero...en fin.

Hice acopio de resistencia, podría aguantar su contacto, ¿no?. Pasé mi brazo por su cintura atrayéndolo hacia mí, haciéndole apoyar la cabeza en mi hombro.
-Pobrecito.-comenté acariciando su cabello.

Bajé la mirada hacia él, dubitativo. Suspire, qué dificil me lo estaba poniendo. Mi mano, sin que yo la controlase, se metió bajo su camisa arañando su espalda.

Clavé las uñas con más fuerza al oir su ronroneo.
-Y voy yo y me lo creo.-murmuré. De todos modos, mi mano iba por libre respecto al resto de mi cuerpo.

-¿Cuál es el primero?-pregunté volviendo a mi postura inicial.

-Mi cuarto está dentro de la mansión y sus territorios.-repliqué sin inmutarme.-...Pero si eso es lo que opinas...-me encogí de hombros y me senté en el suelo recostando la espalda en la roca.

Eché la cabeza hacia atrás, para poder verle bien y le dediqué un guiño y una media sonrisa.
-La abstinencia.-bromee.

-A quien yo quisiera...-repetí pensativo.-Entonces, te incluyes en eso.- lo cogí acomodándolo entre mis brazos. Desabroché un botón de su camisa.
-Me encantará que fuese así.

Dejé caer ambas manos sobre la hierba.
-Cierto.