Soy un imán.

Llegué al río y me senté al pie de un árbol contemplando la superficie plateada de éste. Comencé a desabrochar la camisa y la dejé a un lado. Me metí con lentitud, procurando no alterar su superficie. Respiré hondo, cerré los ojos y me sumergí por completo ignorando los escalofríos.

Abrí los ojos y ví a Elisa. Expulsé el poco oxígeno que quedaba en mis pulmones a modo de suspiro y emergí a la superficie.
-¿Sí?-pregunté sentandome aún dentro del agua. No pensaba salir.

No, desde luego que no, pensé. Venga ya, ni siquiera ahí iba a poder estar tranquilo. La miré fijamente, no pensaba rendirse eso estaba claro.
-Pregunta.-respondí cansinamente.

Consideré la respuesta unos minutos.
-Podría decirse que sí-contesté con tono ligero encogiendome de hombros.

-¿Solo era eso?-inquirí.-¿Después de tantísimo tiempo sigues queriendo al hombre que fuí?

Sonreí picaramente.
-¿Qué te pude dar yo que no te dió otro en todo este tiempo?-la miré con curiosidad.

-¿Y qué era eso exactamente?-insistí.

Tiré de ella hacia mí y le devolví el beso. Al fin y al cabo tenia ese derecho, ¿no?.
-Hummm.-murmuré separándome.-Querrás decir un embarazo y la promesa de algo más. Como podrás ver no suelo cumplir lo que prometo. Esas promesas mueren en cuanto las pronuncio.-la corregí con aplastante sinceridad y una media sonrisa ofensiva.

Salí del agua y la empotré contra un árbol, con más suavidad de la que pretendia. Agarré sus manos imposibilitandole otra bofetada.
-No vuelvas ha hacer eso.-ordené.-Te aseguro que no te irás de rositas si vuelves ha hacerlo.-advertí.

Sonreí desdeñoso y le abofeteé.
-Veo que no lo entiendes, cara-comenté.-Acabo de hacerte un gran favor diciendote esto, así no habrá malentendidos ni te otorgarás papeles que no te corresponden. ¿Acaso crees qué eras la única?.

Mi sonrisa se hizo más amplia.
-Como buen italiano no pertenezco a una sola mujer... o hombre.-respondí sin inmutarme ante su ordén.-¿Capullo, eh? Un capullo que como tú misma has dicho te hizo feliz con sus mentiras. Que ingenua debiste ser para pensar que dejaria a Luccia por tí, ¿me equivoco al pensar qué fue eso lo que te prometí?- inquirí.
-Ahora me he reformado, claro. Ya no soy tan ¿capullo?, pero a lo hecho pecho.-añadí.

-¿Quién habla de amor? Nosotros no amamos, nos encaprichamos, para nosotros solo existe el momento, la pasión, el deseo.-repliqué refiriendome a todos los vampiros en general. Era consciente de que existian excepciones, como en todo. En ese momento pensé que yo para nada veia a Vincent como un capricho.
La seguí en silencio, sonriendo. Era consciente de que todo lo que le habia dicho le habia dolido, pero al fin y al cab era la verdad.

Mi sonrisa se amplió y volví a acorralarla contra un árbol.
-Qué mona, tienes mucho caracter, ¿sabes?-murmuré muy cerca de su rostro.