Hablando seriamente.

Gruñí, no me apetecia moverme, estaba empezando a quedarme dormido. Al final acabé levantandome y fui a ver qué era tan importante como para no dejarme dormir. Llegué a la puerta y llamé al tiempo que me adecentaba un poco, aún así era innegable que estaba medio dormido.

Abrí, entré y me senté. Bostecé, esperaba que fuese al grano.
-¿Y bien, qué ocurre?-quise saber.

Enarqué una ceja.
-¿Es una orden?-inquirí entrecerrando los ojos. De ser así no pensaba cumplirla.

Mi rostro volvió a la normalidad.
-Mejor, porque no acato órdenes.-respondí con una media sonrisa.-Además Amelia está ocupada.

-De nadie, Vania.-repliqué.-Se lo diré.-añadí poniéndome en pie.

Me dejé caer sobre el sillón otra vez con los brazos cruzados.
-Abrebia.-exigí. No me importaba nada que estubiese relacionado con ese hombre, o al menos casi nada.

-¿Algo más?-pregunté.

Sonreí ampliamente.
-Me encantaría.-respondí siniestro.

-Mantén a Vincent fuera de esto.-gruñí.-Ambas opciones son muy tentadoras, ademas, acabaré muerto y enterrado de ambos modos.

-Vincent no está aquí.-le recorde.-Ni siquiera sé por qué quiere mantenerme con vida. No tengo prisa en morir, de ser así lo habría hecho. Me encantaría que me matase él.-murmuré.

-No lo habia pensado.-admití pensativo.-Pero sinceramente, eso me da igual. Yo ya estaré muerto asi que-me encogí de hombros.

-Lo que queria decir, Vania, es que si eso llegase a pasar yo ya estaria muerto por lo tanto no me afectaria.-expliqué.