Una noche cualquiera.

Eché la cabeza hacia atras en un jadeo. Me iba a enloquecer. Le rodee con mis brazos cuando terminó y lo elevé haciéndole quedar a mi altura, hice que modease con sus piernas y apoyé su espalda contra el árbol. Limpié la sangre que habia quedado en la comisura de sus labios y descendí por su cuello, acariciándolo con la nariz. Aparté su camisa al llegar a su clavícula y le mordí.
Mientras tanto, mis manos se habian introducido dentro de su camisa, arañando sus costados.

...Mierda. Clavé mis uñas con fuerza en su piel, esa fue la única muestra de dolor que hice. Obedecí y me agaché

Apreté con más fuerza mis uñas contra su piel, notaba su sangre deslizándose por mis manos. Giré la cara y fruncí el ceño.

Gruñí ante su risa. Mi mandíbula iba regresando a su normalidad, avancé hacia él y lo empotré contra un árbol con toda mi fuerza, agarrándolo por el cuello.

Gruñí, o más bien rugí cabreado. Tenía razón, como siempre, lo que quería era besarle, arrancarle la ropa... no mancharla con su sangre. Apreté con fuerza, pero acabé soltándole, me aparté y me crucé de brazos.

Al ver su sonrisa terminé de cabrearme. Volví a ponerme delante de él y sin pensarmelo arranqué su camisa. Mis manos se deslizaron por su torso arañándolo. Pasé mi brazo por su cintura y tiré de su pelo haciéndole alzar el rostro, enredé mi mano en él y le besé furioso.

Me estaba cabreando... Retrocedí una zancaja y me quedé mirándole con una ceja alzada y una sonrisa pícara.

-No, no, no.-conseguí decir en apenas un susurro.-Espera.-me acerqué. Bien, mantuve la mirada fija en sus ojos evitando su sonrisa. Me agaché y besé los primeros arañazos.
-No quiero que te vayas.-añadí contra su piel. Estaba cabreado, pero no idiota. No permitiria que se marchase tan pronto.

Seguí bajando, besando cada arañazo por pequeño que fuese.
-Te lo he pedido.-repliqué.

Rasgué su piel con mis colmillos sin llegar a beber. Dudaba de que suplicar sirviese para algo más que para su diversión.
-Vincent…-le llamé alzando la mirada mientras seguía descendiendo por su piel.- Quédate conmigo, por favor.

No tenía orgullo. Definitivamente no lo tenía, me estaba tratando como si fuese su perro, me recompensaba porque habia hecho algo que le gustaba. Solo le faltaba decirme "buen chico". Y a pesar de todo esto no me apartaba, no era capaz de pensar en hacerlo.

Me envaré un segundo escaso, pero hice lo que me pedia.