Puente de Sangre

-Como seguramente habrás notado, no me encuentro en condiciones de pensar. Ahorrate el juego y dime quién crees que me ha provocado este dolor.-atajé.

Me reí y, sin querer hice que el dolor aumentase. Caí al suelo de rodillas agarrándome la cabeza con fuerza. Jadeé.
-¿Por qué crees que ha sido él?-pregunté sentándome.

Me encogí con una nueva punzada.
-¿Tú crees?-respondí entre dientes. Respiraba de forma entrecortada.

-Nunca he bebido su sangre.-confesé. La miré con los ojos entrecerrados, pero acabé dejandome tumbar.

-No. No tengo sed, es tan solo un efecto de la jaqueca.-repliqué sentándome de nuevo.

-No lo sé. Ni siquiera es un jaqueca, de ser así no podría mantener los ojos abiertos y cualquier ruido haría que me retorciese de dolor, pero es comparable.-expliqué.

-Ya, ni tú ni nadie. Las jaquecas no tienen cura, solo se puede descansar hasta que se pase.-comenté.

-No lo sé.-respondí encogiéndome de hombros.

-¿Realmente crees que la necesidad de la sangre de alguien puede dejarme así?-murmuré.

Alcé la mirada hacia ella.
-Quita esa cara.-ordené.

-No, es diferente. Me miras diferente, como si pretendieses hacerme saber que te dolió lo que te dije y que estas enfadada.-contesté.- Lástima, los remordimientos murieron al convertirme.-añadí con una media sonrisa cargada de desdén.

Aparté su mano de mí de un manotazo.
-Orgulloso de estarlo.-repliqué en su mismo tono.-Pero, incluso si no lo estuvira, no me preocuparía por quien no me interesa. Para tu información te diré que no estoy tan vacío como crees, de ser así no me preocuparía por la gente que quiero.