Casi recuperado.

Le tapé la boca con las manos, tenia la sensación de que mis ojos estaban a punto de salirse de sus orbitas. Su preguntita me dejo con la boca abierta.
-¡Vania, callate!.-gruñí.

-Te mataré por esto...-amenacé. Suspiré y me acerque a su oido, susurrandole la respuesta.

Titubeé. Me eché hacia atras.
-¿Por qué te interesa tanto?.

-No, te mataré por preguntarme eso tan de repente... no sabes lo cerca que he estado de responderte instintivamente.- gruñí.

-Yo...yo no he dicho eso.-murmuré enfurruñado.

Me dejó con la boca abierta.
-¿Me consideras un enfermo? Por favor Vania, ni de coña.-respondí.

-¡Pero tú estas loca!.-rugí. Me quité la camisa y se la lancé a la cara.- Dime los olores que impregnan mi camisa.-ordené.

-Entenderás por qué huele a Nicolas.-dije sonriendo con amargura.

Bufé, me estaba hartando. Qué se pensaba, qué Vincent era para mí lo mismo que una pastilla para un drogadicto. Yo no era dependiente él para nada.
-Estas muy equivocada, si estubiera celoso o molesto me plantaría en el cuarto de tu queridísimo papi y sacaría a Vincent a rastras.- gruñí.- Y sin embargo estoy aquí contigo, el por qué muy simple, porque paso de lo que haga. Me molestará y todo lo que tu quieras, pero por amor de Dios, hablamos de Vincent.- he de admitir que me quedé bastante a gusto tras soltar todo eso.
-Y respondiendo a tu pregunta, si le quiero. Pero no hasta esos extremos.-murmuré.

-No me retes.-repliqué con furia.- Eso solo seria la punta del iceberg de una serie de putadas.

-No te reto, solo te digo lo que hay.-corté.

Cogí mi camisa y eché ha andar hacia la laguna.