Habitación de Vincent.

Atrapé un mechón de su cabello y lo miré distraidamente.
-Tenga en cuenta que desde este instante, mi cuarto es suyo. Tiene libertad para entrar cuando quiera.- Acerqué el mechón a mi rostro, sintiendo su contacto suave y su olor tan agradable.

Escuché ruidos fuera de mi cuarto, y fragmentos de la conversación. Así que el cuarto de mi querida Amelia, ¿no? Fabuloso...sonreí. No iba a tardar en dirigirme a él e incordiar un tanto a la señorita.
-Oh, vamos. No la respete. -murmuré, bromeando.

Imaginé tan sólo durante unos instantes qué estaría haciendo la preciosa Amelia. Pero luego el adorable gesto de Lunne reclamó toda mi atención.
-Pero querida, no se trata de un lugar normal. Se trata del cuarto de su fiel caballero...-sonreí, divertido, acariciando superficialmente una de sus manos.

Por poco no me caigo de la cama del susto. Maldita sea, ¿ni siquiera en mi propio cuarto? Querida Vania, por incordiar quería decir mantener una animada y educada conversación. Intenté recuperar la calma.
-Eh...esto...sí.-Sonreí, retomando el hilo- Vania estará encantada de que seamos tan buenos amigos, sin duda. Ella quiere lo mejor para nosotros y nuestras relaciones de convivencia.-sentecié.

Retiré el pelo y me acerqué, sintiendo su perfume.
-Me tiene totalmente embelesado, señorita-susurré en su oído, muy lentamente.

Me lamí los labios. La tenía tan dispuesta, ofreciéndoseme sin saberlo de ese modo tan dulce...Acaricié su cuello con apenas dos dedos.

Bufé sin importarme qué pensase Lunne y me recosté en la cama, con la cabeza apoyada en el brazo.

Asentí, algo enfurruñado aún y luego miré a mi preciosa Lunne.
-Demos un paseo, me vendría bien tomar el aire.

-Sonreí al ver que tenía tantas ganas. Toqué su brazo y luego abrí la puerta, esperando que pasase primero ella.

La posibilidad de visitar el puente golpeó mi cerebo son fuerza, pero no. No más problemas esa noche.
-El paseo marítimo.-Contesté sin más. Al fin y al cabo, yo adoraba el mar.

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Volví a mi cuarto y cerré la puerta con más fuerza de la que quería. Arañé el duro suelo una y otra vez bajo la cama para desahogarme. Luego, con la respiración agitada, me quedé tumbado en el suelo observando el techo. Sin ser muy consciente de lo que hacía, comencé a tararear una canción de cuna búlgara. Callé al pensar que Amelia, en el cuarto contiguo, podría estar escuchándome. ¿Qué estarían haciendo el resto de los habitantes de la mansión? Miré en dirección a mi instrumento y deseé que viniese el mismo hasta mí.

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Me iva acercando a la puerta mientras seguia tarareando la nana, con cada paso que daba las dudas sobre si era una buena idea preguntarle a Vincent sobre ese tema me invadian. Llegue a la puerta y me detube en seco.
Qué debia hacer, ni siquiera sabia si aun estaba en su cuarto o no.

Sentí pasos fuera de mi cuarto por lo que imaginé que se trataría de Amelia, en dirección al suyo. Me incorporé y acerqué a la puerta, a la espera de escuchar como la suya se cerraba.