Habitación de Caleb

-Ya te lo he dicho, pensé que serviría de algo... me equivoqué.

Avancé hacia ella y apoyé el antebrazo en la puerta por encima de su cabeza. Sin permitir que se volviese le obligué a apoyar cabeza en mi pecho.
-Cuídate, Elisa, si alguna vez necesitas algo no dudes en buscarme. Que no te quiera como lo hice una vez no quiere decir que no pueda quererte como amiga.- cogí su mano y deposité en ella el colgante obligándole a cerrarla, después.-Es tuyo, independientemente de lo que haya pasado.
Le di un rápido beso entre el pelo y abrí la puerta.

-Puedes quedarte si lo deseas, Elisa. No tengo derecho a darte ordenes.-respondí.

Me llevé una mano a la cabeza y suspiré cansado.
-Quédate como una huésped más, así tendré la oportunidad de ir conociéndote. Soy muy selecto con mis amistades.-retrocedí un paso y coloqué la otra mano en el pomo de la puerta.

-De nada.-respondí incómodo. Puse una mano en su hombro.-Me gustaría descansar.

Cerré la puerta con llave y volví a acostarme.

Desperté unos cinco días después. Me sentía mucho mejor tras mis pequeñas vacaciones. Sin desperezarme del todo tomé una de las bolsas de sangre de la mesilla de noche y me la bebí. Tras hacer lo mismo con las demás me dirigí al baño. La ducha terminó de despertarme, pero mis músculos seguian algo entumecidos por lo que me vestí y salí de allí.

-¿Puedo hacer algo por ti, pequeña Irina?-inquirí a su lado.

Sonreí levemente.
-Será un placer.-me incliné sobre ella para poder examinar bien sus ojos.-Estás sedienta.-observé.
-Irina, primera prueba de autocontrol.-anuncié. Me llevé el dedo indice a la boca y desgarré la yema hasta tener un fino hilo de sangre escurriendo por la mano.

Aparté la mano justo a tiempo.
-No, no, no, pequeña.-negué moviendo el dedo aún sangrante ante sus ojos de forma tentadora.

La miré momentaneamente sorprendido e inmediatamente volví a mostrarme inexpresivo.
-Interesante.-murmuré. Cuánto dramatismo.