Habitación de Caleb

Le solté y giré a su alrededor acariciando su cuello con la punta de mis dedos.
-Deberia hacerlo.-comenté pensativo. Me detube al llegar a su espalda.-Pero te estarías saliendo con la tuya, ¿no?.-añadí en susurros, me incliné sobre él y besé la zona posterior a su oído.

Noté su estremecimiento y me reí en voz baja.
-Quizás.-respondí con el mismo tono pensativo. Mis labios rozaron su suave y fría piel. Rodeé su cintura con mis brazos y lo atrajé hacia mí sin permitirle volverse.

Pegué su cuerpo al mio al máximo. Mis manos acariciaban su hermoso rostro comencé a descender lentamente, su cuello, sus hombros, su pecho, su abdomén, su cintura. Le hice darse la vuelta con brusquedad. Junté mi frente a la suya y le miré con una pequeña sonrisa.

-Si.-respondí sin borrar mi sonrisa.-¿Tú no?.-pregunté aflojando un poco mi abrazo.

Volví a pegarlo contra mí, me gustaba notar su cuerpo contra el mío. Clavé mi mirada en sus ojos, en sus hermosos ojos.
-Nadie ha dicho eso.- dije con seriedad. Seguia enfadado con él por su jueguecito. Acaricié un mechón de su pelo, tan suave como su piel. Suspiré y retrocedí un paso.

Acerqué mis labios a los suyos.
-Quizás tengas razón.-murmuré. Mis labios rozarón los suyos como una caricia y después los besé con fuerza.

Quisé ir tras él y obligarle a volver a entrar. Avancé hasta la puerta y agarré el pomo... no. Me di la vuelta, recostandome contra la puerta y preguntandome por qué me interesaba tanto.

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Nada más entrar en mi cuarto me dirigí a las ventanas y las abrí de par en par. Faltaba un rato hasta el amanecer y necesitaba que el cuarto se ventilase, su olor seguía en el aire. De camino al baño me desnudé por completo, abrí el grifo y me metí bajo la ducha. Salí y me pusé una toalla, cerré las ventanas y las cortinas. Lancé la toalla sobre un sillón, me tumbé y me cubrí hasta la cadera con la sabana. Me removí un poco pero acabé dejandome llevar por el cansancio.

-Sería interesante profundizar en tu abismo, para variar.-respondí.

-Vincent.-le llamé y le tendí la mano para que viniese a mi lado.

Le abracé y le observé jugar con mi camisa. Si lo pensaba yo no estaba tan mal, Vania estaba mucho peor. Vania...
-No tienes por qué hacer esto, lo sabes ¿no?.-pregunté. Habia dicho una tontería, cerré los ojos y recorrí sus perfectas facciones dibujandolas en mi mente.

Lo agarré por la barbilla y rocé sus labios. Abrí los ojos y le miré fijamente.
-Eso esta bien. Te aporta aun más encanto.-respondí lamiendo mis labios.

Suspiré.
-Tienes razón, no me vendría mal descansar un rato.-concedí. Me acomodé y cerré los ojos, no tarde demasiado en quedarme dormido.